La vegetación del desierto se ve muy influenciada por la escasez de agua; por consiguiente, su exuberante desarrollo sólo se da en épocas muy limitadas del año (muchas especies son anuales y sólo germinan cuando llueve). No por ello los representantes del reino animal se ven limitados en cuanto a número de especies y a variedad.
El mundo de las invertebrados está dominado por especies provistas de un revestimiento externo resistente, que hace que su cuerpo sea impermeable al agua y ofrece al mismo tiempo una protección óptima contra la excesiva transpiración.
- Los escarabajos del desierto
Huéspedes habituales del desierto son los escarabajos o insectos coleópteros. El primer par de alas de estos animales, duras y coriáceas (los élitros), forma una coraza rígida que defiende al verdadero par de alas membranosas, aptas para el vuelo. Muchos escarabajos del desierto viven cerca de las pistas holladas por los camellos u otros ungulados; como las especies análogas de coleópteros de las regiones templadas, utilizan el estiércol para fabricar pequeñas bolitas en el interior de las cuales ponen los huevos; de este modo las larvas encuentran su alimento, apenas nacen.
- Los escorpiones, habituales de los desiertos
Bastante frecuentes en las arenas de los desiertos son las distintas especies de escorpiones, artrópodos que pertenecen a la clase arácnidos.
Los escorpiones tienen la primera parte del cuerpo (prosoma) engrosada unida ampliamente a la primera parte del "abdomen" u opistosoma, y provista de seis pares de apéndices: el primer par son los quelíceros y el segundo los pedipalpos. El "abdomen" se divide en una porción anterior (mesosoma) y otra posterior (metasoma), el último segmento de la cual termina en una ampolla con un aguijón que sirve para inyectar la secreción de la glándula venenosa. La locomoción corre a cargo de cuatro pares de patas. De dimensiones bastante variables (de un mínimo de 10 mm a un máximo de 22 cm), viven durante el día bajo las piedras o la arena, o bien en madrigueras toscamente excavadas. Prefieren cazar sus presas por la noche. Los animales pequeños son atacados y devorados de inmediato; a las presas de mayores dimensiones, el escorpión las agarra con sus pedipalpos y, con la cola encorvada por encima de la cabeza, las pica repetidas veces con el aguijón, inyectándoles el veneno para matarlas.
La hembra del escorpión es ovovivípara y sus crías se suben al dorso materno ante la menor señal de peligro, hasta el momento de la primera muda. Algunos escorpiones son capaces de emitir sonidos.
- El veneno, arma habitual en el desierto
Otros animales del desierto: milpiés y ciempiés, hormigas, avispas y sobre todo arañas, casi todas ellas dotadas de veneno, armas que reaparece a menudo como medio de defensa o de ofensa.
- Vertebrados acuáticos
Entre los vertebrados aparecen incluso dos de las cuatro clases de este grupo de cordados que no pueden vivir sin agua: los osteictios o peces óseos, animales típicamente acuáticos, y los anfibios, cuyo desarrollo sólo puede darse en un ambiente acuático (las otras dos clases de vertebrados acuáticos, ausentes del desierto, son los agnatos y los peces cartilaginosos). En el oeste de Estados Unidos y el norte de México viven unas veinte especies de peces capaces de vivir y de reproducirse en las exiguas pozas de agua permanentes que se forman en las zonas desérticas; también viven varias especies de anfibios de la familia pelobátidos (sapos de espolones estadounidenses, género Scaphiopus) que, gracias a los especiales tubérculos óseos que tienen bajo sendas patas posteriores, son capaces de excavar en el suelo agujeros en los que se refugian durante los períodos de sequía, entrando en estivación, es decir, en esa forma de letargo causada por un exceso de calor y de sequedad ambiental. En el nicho subterráneo, que el sapo tapiza con una sustancia viscosa especial que reduce la evaporación en gran medida, pasa un período de 8 a 9 meses hasta que una nueva lluvia baña el terreno. Entonces, tras un rápido despertar, va en busca de una compañera para poder fecundar sus huevos.
A partir de entonces, las etapas se queman muy deprisa: los renacuajos nacen en uno o dos días, antes de que la sequía reseque las últimas aguas pluviales; la metamorfosis tiene lugar el primer mes de vida y, al cabo de cuatro semanas, los sapitos ya son capaces de excavar su propia fosa en la que esperan en silencioso letargo hasta que llegue la lluvia siguiente. En los desiertos australianos también viven unos anfibios muy adaptados a la sequía: son los sapos odre que, después de reproducirse, se hinchan enormemente de agua para afrontar la larga estación seca; el desarrollo de la metamorfosis de sus renacuajos es todavía más rápido que el de los pelobátidos americanos.
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