Un bellísimo ungulado artidodáctilo que ha elegido como morada las montañas más inalcanzables es el íbice alpino (Capra ibex), un pariente próximo de la cabra doméstica (subfamilia caprinos) de aspecto noble y salvaje que vive en los Alpes, y también en Arabia, Asia central y este de África. Otros miembros destacados de la subfamilia caprinos son el íbice abisínico, el del Cáucaso occidental, el del Cáucaso occidental, el markhor y, por supuesto, la cabra ibérica.
- El íbice (Capra ibex): mamífero rumiante de la familia bóvidos
Con una longitud aproximada de 1,50 metros, una altura en cruz de unos 85 centímetros y un peso que varía de 75 a 100 kg, el íbice tiene el cuerpo robusto, el cuello de longitud mediana, las patas fuertes pero no muy largas, el pelaje áspero y espeso, que varía en consistencia y en color según las estaciones, desde el gris amarillento, poco brillante y muy encrespado del invierno, hasta el gris rojizo más lustroso de finales de verano. Tanto el macho como la hembra tienen cuernos nudosos y negruzcos, curvados hacia atrás y en forma de cimitarra, que en los machos adultos pueden superar un metro de longitud y 15 kilogramos de peso.
- La cabra ibérica (Capra pyrenaica)
La cabra ibérica (Capra pyrenaica) vive en los grandes sistemas montañosos de la península Ibérica: los pocos individuos que quedan de la casi extinguida subespecie pirenaica o nominal (Capra pyrenaica pyrenaica; el adjetivo nominal alude a que el nombre científico de la subespecie repite el de la especie) viven en el valle de Ordesa y también penetran en la parte francesa, es decir en el parque nacional de los Pirineos. Las otras subespecies son C. pyrenaica victoriae, que vive en el macizo de Gredos donde es muy abundante, y C. pyrenaica hispanica, que se distribuye por el sur de la cordillera Litoral Catalana, por los sistemas Bético y Penibético y por Sierra Morena. Las tres subespecies se distinguen sobre todo por la distribución de las manchas oscuras corporales y por la forma de los cuernos de los machos.
Del mismo modo que el íbice, la cabra ibérica está perfectamente adaptada a vivir en los terrenos rocosos más abruptos gracias, entre otras cosas, a la gran separación de sus dedos que actúan como pinzas, a las grandes pezuñas que son muy adherentes por ser blandas y gruesas, y a las rudimentarias pezuñas de los dedos segundo y quinto que hacen de talones accesorios cuando el animal asciende o desciende por las pendientes empinadas.
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