Entre los invertebrados que viven en los bosques de las regiones templadas y en los bosques de la península Ibérica, las especies que viven en una perpetua noche son, con diferencia, las más numerosas.
La luz que de día se filtra ocasionalmente por la verde bóveda de hojas ha adaptado a los animales a un tipo de visión similar a la de las oscuras horas de la noche. El ambiente en el que viven se compone de muchas hojas en descomposición, de viejos troncos caídos o de cortezas de árboles leñosos, y no exige una elección entre la vida diurna y la nocturna: así, coleópteros, colémbolos y otros hexápodos, arañas, escorpiones, ciempiés y animales de muchos otros tipos se desplazan, cazan y realizan todas sus actividades vitales en la penumbra o incluso en la oscuridad más absoluta.
- Las arañas
Las arañas son artrópodos que tienen el cuerpo dividido en dos regiones: el cafalotórax (parte anterior) y el abdomen (la posterior). En el cefalotórax se sitúa una glándula provista de un conducto que desemboca al exterior en un quelícero, especie de tenaza en forma de uña. Tienen cuatro pares de patas con uñas provistas de denticulaciones y pelos que les permiten deambular, palpar el terreno y preparar sus telas. En la parte terminal del abdomen se encuentran de 2 a 8 papilas digitiformes (hileras) a través de las cuales discurre la secreción glutinosa de unas glándulas especiales localizadas en el abdomen. Este secreción solidifica en contacto con el aire y, gracias a ello, las arañas pueden producir los hilos con los que tejen sus telarañas.
No todas las arañas llevan una vida sedentaria y se procuran el alimento mediante una vida errante (o bien viven ocultas en un hueco del suelo) y agreden a la presa por sorpresa, o con una rápida carrera o dando largos saltos. Una vez agarrada la presa, la hieren clavándole los quelíceros en el cuerpo, la inmovilizan inyectando veneno en la herida y se nutren de ella aspirando sus líquidos internos.
- Los miriápodos
Los miriápodos, animales dotados de un gran número de patas, evitan la luz. Actualmente se clasifican en cuatro clases distintas, dos de la cuales (diplópodos y quilópodos) corresponden, respectivamente, a los vulgarmente denominados milpiés y ciempiés.
+ Los ciempiés
Los ciempiés tienen un par de antenas y el primer par de patas transformados en forcípulas ("pinzillas") que intervienen en la masticación. Excepto en las escutígeras y en los litobios, que abandonan sus huevos inmediatamente (escutígeras) o algo después de la puesta (litibios), las hembras de los ciempiés custodian sus huevos y también sus larvas envolviéndolas con el cuerpo. Los ciempiés viven bajo las piedras, los troncos caídos, bajo detritos vegetales, dentro del suelo o en cuevas.
+ Los milpiés
Los milpiés también tienen un par de antenas pero su boca, situada en la parte inferior de la cabeza, está tapada por una pieza denominada gnatoquilario. El cuerpo está subdividido en segmentos de igual longitud, cada uno de los cuales presenta dos pares de patas (y de ahí el nombre de diplópodos), mientras que los ciempiés sólo tienen uno. Viven en cualquier lugar en el que exista cierta humedad, alimentándose de materia vegetal en descomposición, de hongos, bulbos, tubérculos y madera, aunque unas pocas especies son depredadoras.
- El caracol de Borgoña (Helix pomatia)
Al ponerse el sol, el caracol de Borgoña (Helix pomatia, molusco gasterópodo extendido por gran parte de Europa pero que no vive en España) reemprende su actividad y comienza a buscar su alimento: vegetales y sobre todo hojas verdes, que prefiere tiernas y jugosas. Aunque su avance es lento y vacilante, tiene toda la noche a su disposición para saciar su hambre y para buscar un lugar adecuado en el que transcurría el día siguiente. Así continúa durante toda la estación buena, hasta que llega el otoño y con él los primeros fríos, época durante la cual se dispone a entrar en letargo. Para este fin, el caracol busca un refugio adecuado (un haz de leños, un hueco que excava en el suelo, la grieta de un viejo muro) y se desliza por él, disponiéndose con la abertura de la concha vuelta hacia el exterior (para facilitar los intercambios gaseosos). Expulsa entonces todos los residuos alimentarios de su cuerpo y, tras retirarse en el interior de la concha, extiende un sutil velo en la abertura e inicia una eliminación radical de todas las demás impurezas que al final se recogen en el centro del velo.
Terminada esta fase, el caracol de Borgoña, ya purgado y en condiciones de emprender un largo sueño, empieza a construir la pared protectora de la abertura, fabricando el opérculo (caso raro en los pulmonados), un estrato de naturaleza calcárea que se obtiene mediante la secreción de glándulas especiales y cuyo producto se endurece en contacto con el aire.
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