El ambiente montaña, los prados con matojos y pedruscos, y también los bosques templados de llanura, no son zonas muy frecuentadas por los reptiles. Obviamente, ello se debe a los rigores del otoño y del invierno, dado que estos animales son muy sensibles a las variaciones de temperatura.
Sin embargo, es en estas regiones donde se encuentran la mayoría de los pocos reptiles venenosos presentes en Europa como la víbora europea (Vipera berus), la víbora áspid (V. aspis), las orientales víbora cornuda (V. ammodytes) y víbora de Orsini (V. ursinii) y ese endemismo ibérico (NO de la península) que es la víbora de Seoane (V. seoanei).
- La víbora áspid (V. aspis)
La más difundida por Eurasia es la víbora europea pero también tiene una distribución relativamente amplia la víbora áspid. Este víbora alcanza unos 70 centímetros de longitud y tiene el tronco rechoncho, la cola muy corta y puntiaguda, la cabeza triangular con el cuello estrecho, el hocico vuelto hacia arriba (aunque no tanto como la víbora hocicuda, V. latastei, típica de la Iberia seca) y, como todas las víboras, la pupila vertical. Sobre el fondo amarillento o grisáceo del dorso se distingue una franja en zigzag. En España sólo se encuentra en los Pirineos y Prepirineos (también en el Montseny, que es su límite meridional ibérico), donde vive en prados de montaña y otras zonas soleadas.
En verano deambula sobre todo hacia el alba y el atardecer; en primavera y en otoño tan sólo en las horas de intensa insolación. El período invernal lo pasa aletargada, enredada con otros ejemplares de su propia especie en una cavidad del suelo. Se nutre principalmente de pequeños roedores, de insectívoros, de aves que nidifican en el suelo y de lagartijas.
Para capturar la presa, la víbora se le acerca arrastrándose lenta y sigilosamente; apenas la tiene a tiro, dispara muy rápidamente la parte anterior del cuerpo y, abatiéndose de golpe sobre ella, le clava los dientes, se retira inmediatamente y espera a que el veneno produzca sus efectos; sólo entonces ingiere la presa, encaminándola lenta y fatigosamente a través del esófago. Su veneno puede ser mortal para el hombre aunque menos que el de la víbora hocicuda.
Las víboras también tienen depredadores: los más temibles son los erizos, que no vacilan en entablar enconadas luchas de las cuales salen invariablemente victoriosos. Frente al hombre la víbora áspid no es agresiva; antes bien se muestra muy tímida y, si alguien se le acerca, se queda inmóvil y huye. Tan sólo reacciona si se siente amenazada: entonces yergue la parte anterior del cuerpo, echando la cabeza y el cuello hacia adelante, soplando con fuerza y moviendo la lengua, lista para picar con sus colmillos realmente venenosos. En esta actitud permanece hasta que la amenaza se aleja. Los casos de mordeduras no son frecuentes y siempre tienen lugar cuando se molesta al reptil accidentalmente.
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