El Ártico, un mar que se extiende por los límites de la zona polar, corre el riesgo de morir de contaminación. Los pasados incidentes nucleares en Rusia, el vertido de residuos radiactivos y los gravísimos incidentes petroleros han minado la pureza de sus aguas y el equilibrio de su ecosistema marino.
En Rusia, según algunos investigadores, el 14% de la superficie está contaminada; numerosos submarinos nucleares yacen en aguas poco profundas y otros han sido abandonados después de ser parcialmente desmantelados.
Pero la lista de agresiones ecológicas no se detiene aquí: en espacios abiertos, y en la proximidad de las costas, yacen bidones de combustible nuclear, abandonados allí sin preocupación alguna. El resultado es un aumento de la tasa de mortalidad infantil y de la contaminación de las aguas del Ártico. Cada año los oleoductos pierden de 3 a 5 toneladas de petróleo por averías y por fallos en las tuberías, y las 200.000 toneladas de crudo que se vuelcan anualmente en algunos ríos amenazan con contaminar el mar de Barents. Se están estudiando medidas para intentar salvarlo: de todas formas, las soluciones propuestas sólo podrían aplicarse si se emplean tecnologías muy avanzadas y onerosas, aspecto éste que actúa como un fuerte elemento de disuasión sobre los gobierno interesados.
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