En el lejano mundo helénico, Aristóteles centró también su interés en la embriología. Para explicar el misterio del desarrollo, formuló nada menos que dos teorías que durante mucho tiempo influyeron en el pensamiento científico.
- Teoría del preformismo
La primera, la denominada teoría del preformismo, presuponía que cada organismo (pollito, planta, rana, hombre) estaba ya presente en miniatura en la célula germinal: el desarrollo no sería más que el gradual aumento de las dimensiones de la criatura a expensas de los materiales nutritivos suministrados por el medio o por la madre, como en el caso de los mamíferos sujetos al parto. Todavía en el siglo XVIII los primeros microscopistas pensaban haber visto en la cabeza del espermatozoide humano un diminuto hombrecillo (lo llamaron "homúnculo") perfectamente conformado.
- Teoría de la epigénesis
La segunda hipótesis, muy apreciada por Aristóteles, era la teoría de la epigénesis: el organismo no preformado se iba construyendo paulatinamente a expensas de las materias primas contenidas en el espermatozoide y el óvulo asociados mediante la fecundación.
- Los descubrimientos de Kaspar Friedrich Wolff
Fue el alemán Kaspar Friedrich Wolff (1739-1794) quien eliminó de un plumazo ambas teorías demostrando por medio de cuidadosas disecciones, basadas en sus observaciones bajo el microscopio del seguimiento del desarrollo de diferentes tipos de huevos fecundados, cómo el proceso se realizaba paulatinamente, llevando a la aparición de los órganos indispensables para la supervivencia en distintos momentos según las diferentes especies examinadas.
- Karl von Baer y su estudio al microscopio del desarrollo de un embrión de perro, huevos de peces, etc
En los siguientes años, los biólogos investigaron para resolver las dudas que aún subsistían acerca del desarrollo de los mamíferos, pero sólo en 1927 Karl von Baer logró resultados satisfactorios estudiando al microscopio el desarrollo de un embrión de perro. Las investigaciones siguieron; se utilizaron los materiales más diversos, como huevos de peces, de estrellas de mar, de aves, de reptiles y de mamíferos.
Finalmente fue posible establecer que todo huevo en sus primeras horas de vida, y con independencia de la especie a la que pertenece, presenta las mismas transformaciones. Seguidamente, la presencia de mayor o menor cantidad de reservas nutritivas para el embrión implica variaciones más o menos definitivas.
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