viernes, 1 de noviembre de 2013

Una historia de sapos

La dieta que los animales siguen desde su nacimiento es instintiva, si bien, como se verá a continuación, no siempre es así. Para los sapos, la dieta normal está formada por insectos: no resulta extraño por tanto que si el investigador ofrece al sapo una libélula, éste, hambriento, la capture inmediatamente.

Historia sapo

El mismo resultado se obtendrá si se le ofrece un tábano, insectos parecido a una abeja pero sin el punzón característico. Frente a una abeja auténtica, el sapo se apresuró a proyectar su lengua viscosa para capturarla. La dolorosa picadura del himenóptero lo puso en guardia: cuando le fue ofrecido de nuevo el tábano, el sapo, creyendo que se trataba de una abeja, no quiso comérselo, mientras que frente a otra libélula se apresuró a abrir la boca para deglutirla. Evidentemente la lección le había servido para aprender a distinguir lo que es bueno de lo que no lo es.

Análogas experiencia realizadas con palomas por B. F. Skinner -psicólogo estadounidense, reconocido como uno de los mayores etólogos- confirman la posibilidad de que los animales aprendan si son oportunamente estimulados. Y esto es lo que confirman las relaciones entre madre (o ambos progenitores) e hijos en las fases posteriores al nacimiento. El animal adulto enseña a su pequeño a sobrevivir a los peligros y amenazas del mundo externo a través del juego, durante el que se simulan actitudes, prototipos de respuesta y esquemas rituales análogos a aquellos que pertenecerán a las reglas del saber vivir en la edad adulta.

Si se observan detenidamente los ejemplos de comportamiento animal que se han mencionado (reproducirse y cuidar a las crías, asociarse en comunidades y atacar a los invasores que disputan el alimento o amenazan la seguridad, etc.), el objetivo final es siempre asegurar la supervivencia del individuo, pero sobre todo de la especie.

Muchos de los mecanismos que intervienen en la reglamentación de cada una de estas situaciones son instintivos, innatos, comunes a todos los representantes de un mismo grupo y no precisan de aprendizaje alguno.

Otros por el contrario derivan de fenómenos de imitación, de adiestramiento prolongado y a menudo provocado por una recompensa, y quizás incluso de un auténtico aprendizaje parecido al que se aplica a los niños en las primeras etapas de su vida.

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