La estructura del filtro renal responde a otra función asignada a estos órganos: devolver el agua al sistema sanguíneo de transporte, ya que de otro modo la sangre se secaría, con consecuencias fatales. La capacidad de ahorrar agua a expensas de una mayor concentración de la orina eliminada se debe a la formación y la actividad del asa de Henle. Las investigaciones llevadas a cabo por los fisiólogos demuestran que el 95% del agua filtrada en los corpúsculos es reabsorbida, es decir que a pesar de que cada día son filtrados alrededor de 180 litros de líquido (la cantidad de sangre presente en el cuerpo humano es de unos 5 litros), la orina producida al mismo tiempo es de alrededor de 1,5 litros.
La regulación del contenido hídrico es un hecho importante no sólo para los animales terrestres, para los que la disponibilidad de agua dulce puede suponer un problema, sino también para muchos animales que viven en el agua.
Por ejemplo, los peces que pueblan las aguas dulces están sujetos a condiciones opuestas: al ser la concentración de su medio interno superior a la del medio externo, corren constantemente el riesgo de hincharse de agua debido a las reglas de la ósmosis, y además, de perder gran parte del patrimonio salino.
Por esta razón, en estos animales los riñones son esencialmente órganos filtrantes que empujan el agua al exterior, reteniendo sales. Para los peces marinos el problema es diferente: en general poseen fluidos orgánicos menos concentrados que el medio en el que viven y, por tanto, por las mismas reglas de la ósmosis, tienden a deshidratarse. Aparentemente, la solución más obvia sería equilibrar las pérdidas bebiendo agua. Pero, dado que el agua del mar es salada, cada sorbo incrementaría el porcentaje de sales presentes en el pez. Los organismos han resuelto el problema eliminando, en la mayoría de los casos, el exceso de sales absorbidas al beber a través de las branquias. Las glándulas de la sal presentes a la altura del ojo de las tortugas marinas, o en muchas especies de aves marinas, tienen como misión segregar cloruro de sodio en una concentración doble respecto a la existente en el agua de mar, para evitar las peligrosas consecuencias de una acumulación excesiva.
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