Los primeros biólogos de la Antigüedad ya habían comprendido fácil y correctamente el modo según el cual el proceso reproductor actuaba en los animales más comunes, y habían observado que la vida de todo nuevo individuo tenía su inicio en el cuerpo femenino o, como mínimo, en los huevos puestos por la madre.
Sin embargo, durante muchos siglos fue una convicción común que los animales más pequeños podían nacer de la materia no viva, por generación espontánea.
- Aristóteles y su estudio de las ciencias naturales
El fundador de esta teoría fue Aristóteles, que, hacia mediados del siglo IV a.C., se dedicó al estudio de las ciencias naturales. El filósofo sostenía que algunas formas de vida, como los gusanos y los renacuajos, se originaban en el barro calentado por el sol, mientras que las moscas nacían en la carne descompuesta de las carroñas de animales.
- Francesco Redi y sus descubrimientos
Estas convicciones erróneas sobrevivieron durante siglos hasta que, hacia mediados del siglo XVII, el biólogo italiano Francesco Redi demostró que las larvas de mosca se originaban en la carne tan sólo si las moscas vivas habían puesto sus huevos allí: por consiguiente, sostenía que ninguna forma de vida había podido nacer de la materia inanimada. Redi preparó algunos recipientes de vidrio que contenían carne del mismo origen; entonces cubrió la mitad de estos recipientes con gasa, de modo que pudieran transpirar y dejó abiertos los restantes contenedores. Después de algunos días observó que la carne contenida en los recipientes cubiertos, aun cuando estaba en putrefacción, no contenía traza alguna de larvas, al contrario de lo que sucedía con la carne de los recipientes descubiertos, en la que las moscas adultas habían podido poner sus huevos. Este experimento habría podido demostrar definitivamente que la vida sólo podía originarse en otra forma de vida preexistente, pero no fue así: la teoría de la generación espontánea sobrevivió dos siglos más, gracias al apoyo de los medios religiosos partidarios del pensamiento teológico de Aristóteles.
- La tesis de William Harvey y Lazzaro Spallanzani
En el mismo período, el fisiólogo inglés William Harvey (1578-1657), tras su estudio sobre la reproducción y el desarrollo de los ciervos, descubrió que la vida de todo animal se inicia efectivamente en un huevo, y un siglo después el sacerdote italiano Lazzaro Spallanzani comprendió la importancia de los espermatozoides en el proceso reproductor de los mamíferos. Aunque estos descubrimientos demostraron la validez de las tesis de Harvey y Spallanzani, durante mucho tiempo se continuó sosteniendo la teoría de la generación espontánea, por lo menos en el caso de los animales muy pequeños, como los microorganismos, hasta que en 1861, gracias a Louis Pasteur y a sus experimentos sobre las bacterias, fue definitivamente refutada.
- Pasteur y sus cultivos de bacterias
Pasteur cultivó bacterias en una solución nutritiva contenidas en unos cuantos balones de vidrio; los balones estaban provistos de un cuello largo en forma de S, desprovisto de tapón, que impedía el paso de los microorganismos externos. Después de una prolongada ebullición, observó que la solución estaba desprovista de toda forma de vida y que estas condiciones se mantenían durante varios meses. Con esta experiencia, Pasteur descubrió el principio de la esterilización, además de otros procedimientos que todavía se utilizan hoy para destruir los microorganismos, y demostró así que ninguna forma de vida puede originarse espontáneamente de la materia inorgánica, sino únicamente de la vida preexistente (onme vivum ex vivo): éste es el denominado proceso de la biogénesis.
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