jueves, 7 de noviembre de 2013

Un mundo de flores

Las plantas más evolucionadas son las que producen semillas: las espermatófitas (del griego "plantas con semillas"), a las que pertenecen dos grupos, las gimnospermas (cuyos representantes más típicos y suntuosos son las coníferas) y las angiospermas (típicamente todas las plantas con flores). Ambas categorías producen dos tipos de esporas (meiósporas) distintas: las micrósporas, que se denominan granos de polen y son producidos en los sacos polínicos, y las macrósporas, que se originan en los óvulos.


En las gimnospermas, como las abetos, los sacos polínicos están agrupados en estructuras denominadas estróbilos (o conos) masculinos que producen enormes cantidades de polen que el viento dispersa, mientras que los óvulos se encuentran en los estróbilos femeninos, de forma cónica y con escamas leñosas, que tras la fecundación se transforman en las conocidas piñas. Los conos de las gimnospermas son una especie de "flores primitivas" en las que los óvulos y posteriormente los primordios seminales están "desnudos", ya que, al estar simplemente colocados en las escamas leñosas, carecen de una estructura que los proteja. Las flores más evolucionadas corresponden a las angiospermas.

Al llegar la primavera las plantas se cubren de flores multicolores, diferentes y a menudo perfumadas, muestra del vigor de la naturaleza e indicio del fenómeno anual de la reproducción. Las corolas de vistosos corolas de vistosos colores, junto con los mil perfumes y olores que impregnan el aire son una llamada irresistible para todos aquellos animales -principalmente insectos- encargados de participar en la fecundación, cuando la acción del agua o del viento serían insuficientes.

La flor está compuesta por hojas transformadas que pueden situarse en distintos planos a lo largo del pedúnculo, o eje floral, que les sirve de soporte. Si empezamos a mirarla desde abajo y por lo tanto desde fuera, vemos en primer lugar el cáliz, formado por un reducido número de hojas denominadas sépalos cuya misión es sostener la flor y protegerla, y que generalmente es de color verde y de forma y tamaño variables. En ocasiones formado por los sépalos soldados entre sí, en otros casos puede estar ausente en algunas flores. En algunas plantas (como por ejemplo la amapola común) el cáliz cae cuando la flor se abre, mientras que en otras (por ejemplo el diente de león), se transforma en un liviano paracaídas que transporta las semillas.

En el interior del cáliz se encuentra la corola, formada por pétalos separados entre sí o bien unidos en forma de embudo. El aspecto de las flores depende tanto del color de los pétalos como de la forma de la corola, en especial cuando las dimensiones de los distintas (como en el guisante, en la violeta o en la salvia). De dimensiones excepcionales es la rafflesia (Rafflesia arnoldi), planta que crece en Malaysia y es una parásita sin hojas ni tallo. La flor tiene un diámetro superior al metro y pesa casi 5kg, sus pétalos son carnosos, con un espesor de unos 2 cm, y un hermoso color rosa con manchas. Normalmente cuando los pétalos han cumplido con su función de atraer a los insectos, se marchitan y caen, e igual sucede con los sépalos ya que ambos son sólo partes accesorias de la flor y su función es limitada. En el interior de la corola se encuentran la parte femenina y masculina de la flor. La parte masculina, o androceo, está formada por estambres, particulares hojas florales que producen el polen. Los estambres están formados por un filamento que sostiene a la antera, un corpúsculo redondo, ovalado o alargado que posee dos tecas divididas en sacos polínicos donde se forma el polen, compuesto por minúsculos gránulos generalmente amarillos. Observando al microscopio este polvillo amarillento fácilmente identificable en la flor, se advierte que está compuesto por corpúsculos distintos según la especie a la que pertenezca la planta.

La parte femenina, o gineceo, la más interna de la flor, está formada por uno o dos pistilos. El pistilo tiene la típico forma de un frasco con el cuello más o menos alargado. La parte inferior del frasco es el ovario que contiene los óvulos; el cuello sobre el ovario es el estilo, que se dilata en un pequeño disco de diferente tamaño denominado estigma.

Al igual que en las demás partes de la flor, el pistilo se forma a partir de unas hojas transformadas denominadas carpelos, y según esté formado por una o más hojas, el ovario tendrá dos o más cavidades denominadas lóculos. Respecto a su ubicación, el ovario se denomina ínfero si está situado debajo de la corola y del cáliz, y súpero si se sitúa en posición más elevada.

No todas las flores poseen cáliz, corola, androceo y gineceo. En algunas ocasiones los dos primeros elementos no existen o están fusionados. Las flores recién descritas se denominan hermafroditas, puesto que contienen un gineceo y un androceo, pero también existen flores unisexuales con elementos masculinos (estaminíferos) distintos de los femeninos (pistilíferos), que se encuentran tanto en el mismo individuo como en plantas diferentes. Así se comprende la gran importancia que tiene el transporte del polen, sin el que la fecundación no podría efectuarse, con lo que desaparecerían gran cantidad de especies. En las flores unisexuales la estructura masculina pueden tener un aspecto similar o diferente de la femenina.

Entre los numerosos ejemplos podríamos citar el avellano, en el que las flores masculinas se encuentran reunidas en una especie de panocha colgante y blanda (el amento), mientras que la flor femenina es solitaria y visible por su pequeño penacho rojo muy poco vistoso. En la Hura crepitans ocurre lo contrario, pues en contraposición a las numerosas flores masculinas poco vistosas y diminutas sólo hay una gran flor femenina de vivos colores y con una gran colora lobulada. En la Pentagynia sassiculifolia, pariente cercana del perifollo silvestre euroasiástico, la gran flor femenina sostiene a dos o tres flores masculinas que oscilan, danzantes, a su alrededor.

En algunos casos los estambres constituyen la parte más evidente de la flor, como por ejemplo en algunas plantas australianas de los géneros Calothamnus y Tristania, en las que las anteras, dotadas de pecíolo, sobresalen de los bordes de formaciones puntiagudas parecidas a hojas, o en el quirantodentro de México cuyos 5 estambres de color rojo sangre se parecen a los dedos de una mano.

Los órganos femeninos, por el contrario, no son nunca particularmente visibles, probablemente debido a la constante preocupación debido a la constante preocupación de la naturaleza para evitar al óvulo el riesgo de secarse o resultar dañado por la acción de los agentes atmosféricos, o de los depredadores interesados en su alto valor nutritivo. Y de hecho los óvulos están encerrados en una especie de envoltorio bien protegido en lo más profundo de la flor.

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