Las articulaciones están ensambladas de diferentes maneras, de tal forma que permiten todos los movimientos necesarios, y únicamente ellos.
- Articulaciones de las falanges, brazos, espalda y muslo
Los de las falanges, por ejemplo, nos permiten la flexión indispensable para cerrar el puño y la distensión para abrirlo, y en cambio no nos dejan doblar los dedos hacia el dorso de la mano.
Un caso análogo es el del brazo: el antebrazo puede flexionarse y extenderse, pero no doblarse hacia atrás. Idénticas consideraciones son válidas para las articulaciones de la espalda y del muslo, las dos más móviles de nuestro cuerpo, que permiten los movimientos de los brazos y de las piernas de los que depende toda nuestra agilidad.
- Articulaciones inmóviles o suturas
En algunas partes del esqueleto con función de apoyo o de protección, se encuentran las articulaciones inmóviles o suturas. Los huesos del cráneo, por ejemplo, no tienen ninguna necesidad de moverse: en efecto, están unidos con tanta solidez que es más fácil romperlos que desarticularlos uno de otro. La misma situación afecta a los huesos de la pelvis, sólidamente soldados entre sí, y a la columna vertebral, porque sobre ellos descansa todo el peso del cuerpo cuando estamos erguidos, caminamos o saltamos. Se ha mencionado ya que los cartílagos constituyen la primera fase de formación de los huesos: el embrión humano, por ejemplo, no presenta en las primeras semanas de vida estructuras óseas sino sólo cartilaginosas, y sobre ellas, en un momento posterior, se va construyendo toda la estructura esquelética. Este proceso requiere bastante tiempo. Así, los huesos de los niños son tan elásticos que soportan sin daño las innumerables caídas que acompañan en los primeros años de vida el aprendizaje de la posición erguida y de la marcha bípeda.
- Clasificación de los huesos: largos, planos y cortos
Los huesos se dividen en largos (por ejemplo el fémur), planos (el omóplato) y cortos (los del pie).
En los huesos largos se distingue una porción central, cuerpo o diáfisis, y dos extremidades o epífisis, una superior y otra inferior. En el hueso joven, entre diáfisis y epífisis se mantiene un proceso ininterrumpido de crecimiento a cargo de la médula ósea que en el adjunto, en cambio, ejercerá la función de producción de los glóbulos rojos de la sangre (eritropoyesis).
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