
En la
Antigüedad, los hombres pensaban que los sueños eran mensajes procedentes de las divinidades o de un mundo espiritual. Además, la concepción irracional de los sueños alimentaba en algunas civilizaciones, como la
egipcia, la fe en la existencia de una vida en el más allá. Los
filósofos griegos, sin embargo, tenían una visión racionalista de la vida: sostenían que el universo funcionaba según leyes físicas que se podían explicar a través de la observación y el razonamiento sin la intervención de fuerzas sobrenaturales. Hacia el año 480 a.C., el filósofo griego
Heráclito (h. 540-480 a.C.) afirmó que los sueños no tenían significado alguno, aparte del que tienen en los pensamientos de un individuo.