Las branquias constituyen desde el punto de vista evolutivo el primer peldaño tras la rudimentaria respiración cutánea, al haberse desarrollado la vida en primer lugar en el agua.
- Las funciones de las branquias, a lo largo de su evolución
En su origen, las branquias desempeñaban también la función de órganos vinculados a la nutrición: a través de la faringe branquial (la sección anterior del tubo digestivo, dotada de una serie de fisuras) los primeros cordados filtraban el agua para poder extraer las minúsculas partículas alimenticias suspendidas en los líquidos marinos. Sólo en un segundo momento asumieron funciones específicamente respiratorias: el fino epitelio que las cubría se dividió en numerosos filamentos frágiles que aumentaban considerablemente su superficie, y un tupido sistema de vasos sanguíneos las irrigaba para que pudiesen tener lugar con regularidad los intercambios de gases entre la sangre que circulaba y el agua que posaba ininterrumpidamente por encima. Cuanto más intensos eran los movimientos de apertura y cierre de la boca, tanto mayor era también la cantidad de agua constreñida a bañar los filamentos branquiales, cediendo el oxígeno indispensable.
- Mantenimiento de las branquias o transición a las tráqueas con la vida en tierra firme
Cuando la vida pasó del agua a tierra firme, medio sin duda más ventajoso por la mayor disponibilidad de oxígeno, algunos animales (arañas, escorpiones, etc.) adaptaron a la nueva situación el dispositivo-branquia encerrándolo en una cavidad protegida (una especie de pulmón primitivo). Otros, como los insectos, prefirieron un sistema totalmente diferente: las tráqueas (ver: tráqueas y pulmones).
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