martes, 16 de junio de 2015

El círculo polar antártico, un mundo de pingüinos

La estructura geológica y la configuración de las tierras antárticas impiden casi por completo el desarrollo de la flora y la fauna. La Antártida es un inmenso continente helado, que se caracteriza por unas pocas formas de vida: el pingüino de Adelia y el pingüino emperador (tan sólo dos de las 17 especies conocidas de Pingüinos), los petreles, págalos y palomas antárticas, las focas que visitan periódicamente el continente y un cierto número de insectos, muchos de ellos parásitos de los dos grupos de animales.

Circulo polar antartico y pinguinos emperador

- El pingüino emperador (Aptenodytes forsteri)


El pingüino emperador (Aptenodytes forsteri), que está especialmente difundido por las aguas costeras del oeste de la Antártida y que alcanza dimensiones considerables (115 cm de altura, 46 kg de peso el macho, 32 kg la hembra), es una de las aves más singulares del mundo.

Gracias a sus extraordinarias adaptaciones morfológicas –cuerpo fusiforme, alas transformadas en aletas, patas que hacen de timón–, este pingüino puede nadar a más de 14 km/h y, gracias a su elevada densidad corporal, es capaz de realizar inmersiones de hasta 18 minutos que ocasionalmente llegan a los 500 metros de profundidad (aunque la mayoría no rebasa los 50 metros). A veces, cuando le persigue una foca leopardo, depredador temible que acecha bajo el hielo que flota a la deriva, el pingüino emperador acelera su "vuelo subacuático" y sale proyectado fuera del agua hasta más de dos metros de altura. En tierra, sus movimientos suelen ser torpes y lentos pero sus pies, vigorosos y provistos de garras, le permiten desplazarse sobre el hielo.

Crias de pinguino emperador

+ La reproducción y cría en los pingüinos emperador


A finales de otoño, como si obedecieran a una orden imperiosa, casi todos los animales de la Antártida abandonan el helado continente y se dirigen hacia el norte menos frío. Mientras estas criaturas escapan de los próximos rigores invernales, los pingüinos emperador abandonan las aguas en las que pasaron el verano y donde se alimentaron de krill (crustáceos eufausiáceos), cefalópodos y peces nototénidos, y se dirigen hacia el sur, hacia el interior de la banquisa. Formando largas procesiones, avanzan lentamente, sin comer nada y deteniéndose sólo para dormir, con la reproducción como único objetivo. Tras un largo recorrido, llegan al mismo lugar donde criaron el año anterior y forman grandes colonias, a menudo de varios miles de individuos. A medida que llegan van formando parejas, siempre distintas de las del anterior año, que se mantendrán unidas durante todo el ciclo. Antes de acoplarse, realizan complicadas paradas nupciales, acompañadas de elaborados cantos que, una vez aprendidos, servirán de códigos de identificación mediante el cual los miembros de la colonia y los de la propia pareja se reconocerán entre sí.

Dos semanas después del acoplamiento, a principios de invierno, la hembra pone un solo huevo que cae justo encima de sus patas, en un repliegue abdominal; pocas horas después y tras otra nueva serie de cantos, la hembra le pasa el huevo al macho, que lo incubará en su propio repliegue abdominal durante unos 62 días. Después de una parada de despedida, la hembra regresa al mar para reponer sus reservas y deja al hambriento macho a cargo del huevo durante otros dos meses. Cuando la hembra regresa, el macho, que ha perdido el 40% de su peso, todavía habrá de andar decenas de kilómetros por el hielo hasta llegar al mar y a su fuente de alimento. Mientras el macho hace acopio de comida, la hembra alimenta al polluelo regurgitando los alimentos que almacenó durante su permanencia en el océano. Un mes después, el macho la releva hasta que, a finales de septiembre, el polluelo, que ahora tiene un plumón espeso, adquiere autonomía térmica. Entonces se inicia la fase de "guardería" en la que, para luchar contra el clima durísimo (temperaturas de hasta -50 ºC, vientos de 200 km/h), los polluelos se aprietan unos con otros en una formación que, animada de un continuo movimiento centrípeto, impide que ninguno de ellos permanezca muchos tiempo en la periferia y muera de frío.

La llegada de los polluelos al mar, donde permanecerán un año entero, se produce en diciembre, es decir, en pleno invierno.

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